Educar ciudadanos dignos
Amigos y amigas todos:
Fue para mí un gusto aceptar esta invitación que se me hiciera para compartir con tan distinguida audiencia algunas reflexiones en voz alta, en torno al tema educativo.
Como bien se sabe, Finlandia es reconocida mundialmente por tener uno de los mejores sistemas educativos del mundo, recientemente en un interesantísimo documental llamado “El fenómeno finlandés”, un profesor universitario señalaba que la principal preocupación del sistema educativo, era la de formar “ciudadanos dignos”, acto seguido planteaba que todo el sistema educativo se erigía sobre la virtud de la confianza. Conviene que nos detengamos aquí y hagamos un análisis detallado de las implicaciones educativas de todo lo anterior, que aunque se dice fácil, tienen hondas repercusiones.
La confianza es probablemente la más importante de las virtudes sociales, puesto que es la que posibilita el contrato social, sin ella, el otro, todo otro, no es más que una amenaza, un competidor o un cliente. La desconfianza impide los proyectos compartidos, la construcción de grandes utopías, el desarrollo personal y colectivo. La convivencia social más elemental se imposibilita sin el entramado aglutinante generado por la confianza, palabra que además deriva del latín, cum fidere: tenerse fe juntos, creer con.
Como si fuera poco, el profesor en mención, profundiza en su respuesta y afirma, que se empeñan en educar jóvenes que piensen, que se interroguen qué hay detrás de los acontecimientos. Es decir, el país que es reconocido mundialmente por sus avances tecnológicos, particularmente en telefonía, no se preocupa porque sus chicos y chicas sean competitivos o tecnológicamente astutos, no, los quieren pensantes y críticos…esto es solo un eco contemporáneo de esto que percibía otro educador en la primera mitad del siglo XX, cuando afirmaba, que el principal reto del educador hoy, no es transmitir unos conocimientos, sino transmitir una hipótesis explicativa de lo que enseña, es decir, de la realidad
1. El sujeto ausente : una mirada crítica a la educación
El panorama educativo actual, nos permite ver con claridad meridiana, que las actuales generaciones, no están saliendo, luego de largos procesos académicos, con una solidez cultural y humana.
Podemos decir que la educación hoy ha dejado de ser “paideia” , ha dejado de educar para la realidad total, ha dejado de educar para enfrentarse con solidez de juicio a lo que acontece.
Las razones son variadas.
En primer término, podríamos señalar una progresiva lejanía de los contenidos académicos y sus métodos en relación con la realidad. Seguimos teniendo un sistema educativo anclado en métodos didácticos que no logran competir con la realidad, siempre más fascinante.
Pero en cuanto a los contenidos, la crisis es aún mayor. Mientras que para los sofistas, la “pedagogía” (literalmente: cuidar los pies de los niños, para ir a la “paideia” , donde aprendían a vivir juntos, para construir una convivencia felicitante, en clave social), era educar para relacionarse con la realidad total. Los niños y niñas van hoy a la escuela, a aprender una serie de contenidos abstractos, cada vez más alejados de su cotidianidad.
A lo anterior, debemos añadir un factor más grave aún: si no se educa para la realidad, menos aún para desentrañar su sentido.
Educar es introducir en la realidad total , planteando la totalidad de los factores que la constituyen, para después ser capaces de ir en la búsqueda de su significado. Pues resulta imposible poner a las personas de frente a cosas y situaciones y luego no ofrecerles respuestas por el sentido de las mismas.
Conocer solo será humano, si busca responder a las exigencias de razones que el conocimiento genera; el hecho, la experiencia, la cosa por sí misma, no bastan; el ser humano es exigencia fundamental de causas y explicaciones que permitan descubrir el para qué de todo lo que se despliega ante su mirada.
Las personas no están en la Escuela solo para hacer un inventario de la realidad –aunque ya esto sería un logro, observando algunas de las deficiencias que en materia de conocimiento exhiben algunas personas de las generaciones actuales–, se va a la Escuela para que se les introduzca en el conocimiento y en el sentido de las cosas, con esto, el conocimiento, se vuelve humano.
A la par de lo anterior, se produce un problema adicional. Se ha querido recargar sobre la educación formal, un papel sustituto de la tarea de los padres y de las madres –muchas veces ausentes–. La dificultad fundamental reside en que en frecuentes ocasiones quien está más ausente es la propia persona educadora. Al ser un producto más del entorno, formada ella misma a medias, con esa carencia de certezas tan propia de los tiempos actuales, en los que se empeñan en las aulas de la educación superior en derribar todas las certezas –deconstrucción le llaman eufemísticamente– dejando en su lugar desolación y vacío, mismos que rápidamente desembocan en el nihilismo .
¿Cómo se ha llegado a esto?
Con la caída del Muro de Berlín en el año 1989, el mundo entero experimentó un importante declive de las ideologías, sin llegar del todo a su proclamado fin , sí es cierto, que se vieron bastante difuminadas. Tomó su lugar en el debate de las ideas, la discusión en torno a la aplicación de modelos económicos. Por mucho tiempo, de lo único que se trataba en la discusión de las ideas, era sobre qué tanto debía aplicarse a literalidad o no, los postulados de los grandes iluminados del pensamiento ultra liberal económico austríaco, particularmente Friederich Hayek.
Sin embargo, este ocaso ideológico, sí marcó un descenso de la utopía, es decir, de la capacidad de soñar mundos diferentes, de esperar cambios y forjarlos. Quedó un realismo ayuno de ideales.
El único paradigma imperante fue el económico, los nuevos iluminados en consecuencia fueron los tecnócratas, los fabricantes de dinero, los magos de las finanzas. El “summum” de la vida buena pasó a ser el enriquecimiento.
La necesidad de buscar un sentido a la vida, de consagrarse a causas o a sueños, dejó de ser una tarea: lucro y diversión ocuparon su lugar.
Han sido años de instruir fabricantes, no de educar personas, el humanismo ha sido dejado de lado. Sin embargo una de las cosas más preocupantes, surge cuando se alzan voces que reclaman una vuelta a las “humanidades”, sin que se tenga una clara noción de qué ser humano es el que queremos forjar, o si es que solo queremos la distracción que esas materias puedan aportarnos, sin considerar su real poder educativo.
La educación han devenido en técnica, lo suyo es instruir para la medicina, el periodismo, el bachillerato, transmitir dos o tres conocimientos técnicos, dejando de lado la formación de personas. Se trata de un tiempo sin maestros, sin maestras, ya ni siquiera toleran que se les llame así, son simplemente profesores y profesoras.
Ante lo expuesto surge de inmediato el núcleo de la cuestión, ¿cuál es la razón por la cual se ha vuelto tan compleja la labor educativa?, ¿por qué se ha reducido a instruir?
Porque estamos en un tiempo post-humanista, donde la estructura priva sobre el ser humano. En consecuencia, toda la vida social se ve en función de la estructura, no de la persona, y esto llevado a la educación es una verdadera tragedia.
¿Qué es efectivamente educar? Es sacar a la luz el yo escondido de cada uno provocándolo con una tradición cultural que lo pone en relación con la realidad, y antes que nada con la realidad de su vida. En este sentido la educación es como favorecer un parto. Sócrates lo sabía bien, él decía: "yo no hago otra cosa que hacer el oficio de mi madre", que era una partera. Educar es generar, generar hombres nuevos. Esto es lo que nadie tiene claro. El chico que entra por primera vez tímido en el primer grado de la escuela, que logra decir sólo dos palabras, si trabajás con él, después de cinco años es otro. Es otro hombre, otra mujer. Esto es posible sólo en relación con un contenido que abre a la relación con el mundo. Como escribía el director y escritor Pier Paolo Passolini: "la vida consiste antes que nada en el ejercicio radical de la razón. Mejor ser enemigos del pueblo que enemigos de la realidad". Mejor ser amigo de la verdad que de todo interés partidario. Educar es transmitir, para favorecer una confrontación. (Borghesi,( 2009, Abril 6) Emergencia Educativa: El sujeto ausente. Páginas Digital. Es. Obtenido el 21 de junio de 2012)
Esta centralidad del sujeto, de la persona, está ausente de los procesos educativos, formar mano de obra para alimentar la estructura es lo que está en la cabeza de la gran mayoría, no formar hombres y mujeres para la vida y para que logren verificar y alcanzar su destino.
En esta tarea, la persona educadora debe comprender que su papel es colaborar con quienes se están educando, para que puedan descubrir la verdad de sí, la verdad de las cosas, hablando particularmente en primera persona, es decir, comunicando la forma en la que él mismo, ella misma, ha realizado esta tarea. Lo suyo no es comunicar solo unos contenidos, sino comunicar la forma en la que se relaciona con la realidad.
Para ello, no basta un discurso académico, se necesita también la persona de quien educa.
San Agustín escribía "in manibus nostris sunt codices, in oculis nostri facta" ("en nuestras manos se encuentran los códigos, frente a nuestros ojos, los hechos"); "facta": los hechos son ante todo la persona del maestro.
Educar es un riesgo, es decir, un exponerse en primera persona. Este "dejar participar" de la vida no es algo paralelo a la enseñanza, sino que está dentro de ella. Enseñar es comunicar, comunicando el contenido yo me comunico también a mí mismo.
Por eso en la universidad, si el o la docente son buenos, es importante seguir sus clases, porque es la modalidad en la que te comunican lo importante. Por otro lado, son docentes que se recuerdan por tantos años, del resto nos olvidamos.
En el comunicarse a sí mismo, a sí misma, mediante un saber verdadero, quien educa se vuelve un maestro. Comunica de algún modo su propia pasión, por la vida, por la verdad, por la realidad. No la impone, la propone. Provoca a sus estudiantes a una curiosidad, a un interés. Plantea un interrogante positivo, no escéptico. Despierta al otro, a la otra del sueño. De este modo, la educación pasa hoy a través de la renovada percepción de lo humano, de lo humano que eres.
Quien verdaderamente educa es como si tuviese la mirada sobre mí, pero no para dominarme sino para provocarme a ser, a que sea yo mismo, yo misma a que encuentre mi camino, mi relación con la vida, con el destino.
De una pasión por la vida se comunica la pasión por la vida. De la persona se comunica la persona. Esta ley no puede ser superada. Éste es hoy el punto fundamental de la cuestión (Borghesi, 2009).